Territorios

Fuimos al concierto de Anthony and the Johnsons. Óscar compró las entradas por intersnet, y teníamos que recogerlas en uno de los 3 cajeros disponibles en toda la ciudad. Fue un día a uno, y no funcionaba. Al día siguiente se puso malo, y no pudo pasarse. Y el siguiente día era el del concierto. Sucedía que coincidía con la fiesta local de aquí. Así que emprendimos la odisea de encontrar un cajero donde sacar las entradas.

Al ser día de fiesta, todo estaba cerrado y no podíamos acceder a los cajeros. Y el único que estaba abierto era el que seguía estropeado. Viva la Caja San Fer...

Al final fuimos a las taquillas del concierto, una hora antes, y se ve que no fuimos los únicos a los que le había pasado. Así que una tía con una lista a papel, iba haciendo firmar a cada uno. Viva la tecnología avanzada.

El concierto estuvo genial. Primero salieron los músicos y empezaron a tocar, y cuando ya estaban acabando salió Anthony, con su figura desgarbada, pelos tapandose el rostro y mirando hacia abajo, para no llamar la atención.

Tanto la música como la voz del cantante estuvo a la altura de sus discos, aunque puede que sea al revés. El cantante admiró el lugar del concierto (el monasterio de San Jerónimo), y dijo que le parecía un sitio mágico.

Sólo hizo un bis, pues se veía que deseaba agarrar el bolso y salir corriendo.

En el tiempo en que fuimos a la barra a beber empezó la sesión dj del presentador de siglo 21. Ésta era en la parte de fuera, y la gente podía estar en el cesped.